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Textos ambientales Manuel Rodríguez Contacto
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Tota al desnudo |
Treinta defensores del lago de Tota se lanzaron desnudos a sus aguas como símbolo de la lucha para detener su creciente deterioro. Si, además, y como lo han anunciado, llegaren a repetir, ampliando el círculo de invitados, les juro que no los acompañaré en el gélido empelote, pero eso no quiere decir, que a similitud de cientos de boyacenses y ciudadanos de diversas latitudes, no sea solidario con tan urgente y noble causa en pro de la salvación del lago. Y es que no pocos ambientalistas, amantes del paisaje y, en particular, habitantes de la provincia de Sugamuxi han venido, de tiempo atrás, señalando que el lago de Tota está en grave peligro. Veamos. En el municipio de Aquitania se vierten al lago aguas servidas a medio tratar; en los cultivos de trucha de jaulas flotantes se vierten también allí sus desechos -siendo aquel un método de producción prohibido en muchos lagos del mundo-; y en los sembradíos de cebolla se ha restado espacio al espejo de agua para expandir el cultivo, haciendo uso de inadecuadas prácticas agrícolas que también contaminan este cuerpo de agua. Y todo ello contribuye a la degradación de las aguas y al declive de la biodiversidad, y pone en riesgo la provisión del líquido a más de 500.000 habitantes. Y, no menos preocupante, nuevas edificaciones en las vecindades del lago comienzan a afectar negativamente el paisaje, en contraste con la arquitectura campesina tradicional y con las casas de recreo e instalaciones turísticas pioneras, en armonía con la naturaleza del lugar. Como es obvio, la agricultura y la industria de la trucha son vitales para la economía de la región, como lo es también el turismo con su enorme potencial. Pero son actividades que no pueden seguir desarrollándose a expensas de la integridad ecológica del lago y de su cuenca. Se requiere que el Estado actúe con firmeza haciendo caer el peso de la ley contra quienes hoy impunemente la violan y generan daños a este bien público y, así mismo, promueva programas de asistencia técnica y de educación para hacer que las diversas y necesarias actividades empresariales y artesanales sean compatibles y amigables con el medio ambiente. Y se requiere también adelantar programas para restaurar el lago y sus riberas (con espejo de agua de 6.000 hectáreas), y su cuenca (con una extensión de 24.000 ), incluyendo los páramos y los bosques que regulan las aguas que lo alimentan. Tiempo atrás, muchos colombianos lanzaron repetidos SOS sobre las graves consecuencias que podrían traer las acciones depredadoras que por años se han infligido a la laguna de Fúquene, pero solamente se tomaron medidas a medias, como suele ocurrir cuando se trata de defender los bienes públicos ambientales. Y hoy, esta laguna, profundamente deteriorada, está tomando una cruel venganza, como lo atestiguan los enormes impactos sociales y económicos causados por la pasada ola invernal y por la que ahora se inicia.
Manuel Rodríguez Becerra |
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Manuel Rodríguez Becerra. Bogotá, Colombia.
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